Después de visitar Corea del Sur, me entró el gusanillo de ver más. Y es que las ofertas suelen ser tentadoras, y después de dejárselo caer a Jorge ya teníamos los billetes comprados. Realmente, el título es mentira —estuvimos 8 días y medio— y no sé por dónde empezar…
Lo primero, la sensación. La misma de siempre: the travel bug, pero esta vez, en su máximo exponente. La sensación de estar en un universo donde todo es distinto, y a la vez, reconfortantemente familiar. Y te invaden las ganas de conocerlo todo.
Y eso último aún persiste. En muchos otros casos, en unos días, se termina con la sensación de haber visto suficiente — saciedad turística. Nunca significa haberlo visto todo, porque hasta del lugar menos sospechado se pueden sacar decenas de cosas interesantes pendientes por ver… Pero Japón tiene algo. ¿Qué será?
Cabe mencionar que Tokyo no es especialmente interesante. Pero sí que es impresionante. Por sus contrastes: parques, bosques, centros comerciales, estaciones de tren, edificios enormes y pequeños templos. Por la cantidad de gente que hay. Por su infinita variedad.
En perspectiva, volar hasta Japón y visitar solamente Tokyo es mala idea. Teniendo el JR Pass y algunos vuelos baratos, es imprescindible visitar el resto del país: desde Naha (Okinawa) hasta Sapporo (Hokkaido), pasando por Nagasaki, Fukuoka, Hiroshima, Kyoto, Osaka, Nagoya y Nara. Y muchos lugares entre medias.
El viaje mereció la pena. Por las personas que allí conocimos, por lo que aprendimos, y también por las ganas de volver a visitar todo lo que nos quedó pendiente, que de cierto modo, es casi todo.
Esta vez, más que nunca: toca volver.